El hijo de 8 años de María Barraza pasó la mitad del primer grado y todo el segundo grado aprendiendo en línea debido a la pandemia. Cuando comenzó el tercer grado este otoño, Barraza estaba preocupada. La escritura y la ortografía de su hijo estaban, en opinión de Barraza, “muy por debajo”, y él todavía no podía leer por sí mismo, lo que significaba que también estaba teniendo dificultades en matemáticas porque no podía entender los problemas descritos verbalmente.
Ella lo llevó a hacer una costosa evaluación privada en septiembre. Después de dos días de pruebas, los resultados confirmaron lo que ella sospechaba: Él necesitaba ayuda adicional en la escuela. Sin embargo, Barraza dijo que por meses nadie atendió sus repetidas peticiones para que su hijo recibiera servicios de educación especial.
“No puedo entender eso”, dijo Barraza. “¿Cuál es el problema?”
Y Barraza no está sola. En las escuelas públicas de Denver, el número de evaluaciones iniciales de servicios de educación especial para estudiantes de 3 a 21 años se redujo aproximadamente un 35% desde el año escolar 2018-2019 hasta el año escolar 2019-20 (interrumpido por la pandemia) y se mantuvo a un nivel bajo el año siguiente.
En todo el estado, las evaluaciones iniciales se redujeron alrededor de un 16% y tampoco se han recuperado. Eso significa que en 2019-20 se evaluaron 4,200 niños menos en todo Colorado que en 2018-19.
Los niños que no se evalúan a tiempo y no empiezan a recibir servicios pueden retrasarse aún más, lo cual extenderá el tiempo que les tomará ponerse al día y afectará su autoestima.
Esto no es solamente un problema en Colorado. Los distritos de todo el país, incluidos los de Chicago y Nueva York, han experimentado una reducción en el número de estudiantes referidos o evaluados para recibir servicios de educación especial, y esto causa la preocupación de que los niños con discapacidades no están recibiendo la ayuda que necesitan.
Los administradores de los distritos y los maestros de educación especial citan una serie de retos: escasez de personal, aumento del papeleo, nuevas exigencias relacionadas con el aprendizaje a distancia y dudas a la hora de decir que un niño tiene problemas de aprendizaje si en lugar de eso, quizás esté sufriendo los efectos del aprendizaje a distancia y el trauma familiar relacionado con la pandemia.
“No queremos dejar a un niño rezagado si necesita esos servicios [de educación especial]”, dijo Julie Rottier-Lukens, directora de educación especial para las Escuelas Públicas de Denver, que atienden a unos 90,000 estudiantes. “Sin embargo, no queremos hacer presunciones basadas en lo que estamos viendo en este momento y descontar que los niños han pasado por mucho”.
Los padres dicen que comprenden los desafíos, pero que sus hijos no deberían pagar el precio.
No hay excusas
Elisa Aucancela, directora ejecutiva de El Grupo Vida, (una red local de padres latinos de niños con discapacidades) dijo que cree que las escuelas a veces utilizan la pandemia como excusa para esperar a evaluar a los niños que necesitan una ayuda más inmediata.
Esto es particularmente frustrante cuando ocurre con familias que hablan español y sus hijos ya tienen un diagnóstico del médico, dijo Aucancela.
“Cuando es una discapacidad, es una discapacidad”, dijo.
La hija de 4 años de Marta Edith Flamenco tiene el Síndrome de Dandy-Walker, una enfermedad cerebral congénita que afecta al cerebelo y puede causar retrasos en el desarrollo. Su hija ha recibido terapia a través del condado desde que nació para ayudarle a comer, caminar y hablar.
En 2020 (cuando la niña tenía 3 años) Aucancela trató de referir a la familia a una evaluación de educación especial del distrito escolar para que pudiera matricularse en el preescolar de una de las escuelas públicas. Sin embargo, citando una larga lista de espera, el distrito le dijo a la familia que matriculara a su hija en un preescolar primero y que la evaluación se hiciera luego, dijo Aucancela. Flamenco lo hizo, pero dice que en las próximas dos semanas le llegó una factura de $550 dólares del preescolar que su familia no podía pagar porque su esposo estaba desempleado.
“La escuela nos decía que teníamos que pagar”, dijo Flamenco, que solamente habla español. “Dejamos de llevarla a la escuela porque iba a ser demasiado”.
Denver cobra matrícula por educación preescolar según los ingresos de la familia, pero los estudiantes que califican para recibir servicios de educación especial asisten gratis. En estos momentos la hija de Flamenco lleva más de un año sin ir a la escuela. La niña llora porque quiere regresar, dijo su madre.
“Solía estar tan contenta y lista, y compartía lo que veía, lo que aprendía, y llegaba [a casa] y estaba lista para descansar”, dijo Flamenco. “Ahora, tiene mucha energía. Solamente está aquí, y realmente quiere ir a la escuela. Tiene rabietas por eso”.
Aucancela presentó recientemente otro referido para servicios de educación especial, y Flamenco dijo que su hija ahora tiene una cita en marzo para ser evaluada. Aucancela está contenta, pero dice que es preocupante que la familia haya tardado tanto en conseguir lo que necesitaba.
“La pandemia está aquí”, dijo Aucancela. “Pero no podemos utilizar la pandemia como excusa y esperar y esperar hasta que el niño tenga tres años de retraso”, agregó.
Sobrecargados
Mientras tanto, los maestros de educación especial están “sobrecargados de trabajo y abrumados”, dijo Hillary Daniels, maestra de educación especial en la escuela primaria Hallett Academy de Denver.
Cuando la pandemia llegó en marzo de 2020 y las escuelas cerraron, las evaluaciones de educación especial se detuvieron. Los maestros no recibieron instrucciones reales sobre cómo enseñar en línea, y mucho menos realizar el tipo de pruebas necesarias para identificar que un estudiante necesita educación especial. El distrito podría considerar evaluaciones hechas por proveedores externos, como la que Barraza obtuvo para su hijo, pero no están obligados a aceptarlas a la hora de tomar decisiones, dijo un portavoz del distrito.
Las evaluaciones que el distrito tenía programadas para la primavera de 2020 se atrasaron hasta el otoño — y aunque los funcionarios establecieron directrices para hacerlas virtualmente, no fue fácil, dijo Rob Gould, presidente de la Denver Classroom Teachers Association y ex maestro de educación especial.
“Es muy difícil determinarlo a través de una pantalla de computadora: ¿Se trata de un problema de aprendizaje? ¿O es un problema emocional? ¿O es frustración porque no pueden oír al maestro?”, dijo.
La situación también presentaba sus desafíos. Cuando Daniels evaluaba a un estudiante antes de la pandemia, lo hacían ella y el estudiante en un salón tranquilo de la escuela. En la casa, dijo, un estudiante puede estar en una evaluación virtual mientras su hermana grita o se escuchan bocinas afuera.
Por eso, si los maestros hacían una evaluación virtual los resultados podrían no ser los correctos. Daniels recuerda a un estudiante que, cuando las escuelas volvieron a abrirse y él regresó para el aprendizaje en persona, no coincidía con el programa individual de educación (IEP) diseñado según su evaluación virtual. Las metas incluidas en su IEP se enfocaban en prestar atención, mantenerse en la tarea y mejorar su habla. Cuando llegó a la escuela, los maestros se dieron cuenta de que aún no sabía sostener un lápiz, una destreza importante que no se podía evaluar en línea y que se había pasado por alto completamente.
“Este niño llegó, y las necesidades que demuestra delante de nosotros en persona son muy diferentes a las del papel que nos entregaron para tratar de explicar cómo es él”, dijo Daniels.
En ese caso, el estudiante tuvo que ser reevaluado para determinar sus destrezas motoras y si tenía problemas cognitivos, dijo Daniels. Estas reevaluaciones inesperadas, cuando se añaden al flujo regular de evaluaciones iniciales, reevaluaciones planificadas y revisiones anuales del IEP, hacen que los maestros de educación especial se retrasen.
Y los datos lo reflejan. Según las leyes federales, los distritos tienen que completar las evaluaciones en un plazo de 60 días a partir de que los padres del estudiante den su consentimiento. Mientras que las Escuelas Públicas de Denver completaron un 93% de las evaluaciones iniciales para estudiantes de 3 a 21 años en los 60 días en el año 2018-19 (antes de la pandemia), ese porcentaje se redujo a 87% en 2019-20 y a 84% el año escolar pasado, según los datos estatales.
Además de hacer evaluaciones, el distrito pidió que los maestros de educación especial redactaran planes de contingencia que explicaran cómo cada estudiante recibiría sus servicios durante el aprendizaje virtual. Más tarde, el distrito les pidió a los maestros que revisaran si los servicios que cada estudiante estaba recibiendo virtualmente eran adecuados o si el estudiante calificaba para recibir servicios de recuperación había perdido mucha instrucción.
Rottier-Lukens, directora de educación especial de Denver, dijo que las decisiones se basaron en equidad. Por ejemplo, en lugar de esperar que los padres más avispados soliciten los servicios de recuperación (cuyo nombre oficial es servicios de compensación, o compensatory services), el distrito está revisando el caso de cada niño de forma proactiva. No obstante, ella reconoció que esto toma tiempo y ha contribuido a que los maestros y especialistas de educación especial tengan la sensación de que están siendo “arrastrados a derecha, izquierda y centro”.
Daniels conoce bien esa sensación. Mientras que algunos maestros o especialistas de educación especial podrían verse obligados a dedicar menos tiempo trabajando directamente con los estudiantes para poder completar lo que Gould denominó un “tsunami de papeleo”, Daniels ha acabado llevándose su papeleo a casa.
“El equilibrio entre mi vida y trabajo no existe”, dijo.
Poco personal
La escasez de personal también ha contribuido al problema. A los distritos les resultaba difícil cubrir los puestos de educación especial antes de la pandemia, pero los funcionarios dicen que ahora es aún más difícil. Las Escuelas Públicas de Denver tenían 19 vacantes de maestros de educación especial y 118 vacantes de paraprofesionales de educación especial en enero.
Rottier-Lukens dijo que también está viendo más renuncias a mitad de año que nunca.
“Normalmente, la mayoría de los maestros cumplen su contrato como mínimo”, dijo. “Ellos buscan la manera de llegar al final del año. Ahora estoy viendo a mucha más gente renunciar en octubre”.
Debido a todos estos factores, algunos defensores de la causa dicen que hay que tener cuidado a la hora de dar la alarma sobre los retrasos en las evaluaciones de educación especial. Al preguntarle por los posibles efectos de la situación en los estudiantes, Gould (jefe del sindicato) volvió a hablar de la dotación de personal.
“El efecto es que no es seguro que los estudiantes tengan un instructor”, dijo. “Todos estamos en un punto de quiebre ahora. Me preocupa que la gente elija otra profesión en vez de ésta”.
Barraza (que lleva meses luchando para que su hijo de 8 años sea evaluado) no culpa a los maestros, y dice que se espera demasiado de ellos. Ella ha experimentado las consecuencias de primera mano: La maestra de tercer grado de su hijo renunció el semestre pasado, diciendo que era por angustia mental.
Pero la compasión de Barraza no significa que sea menos inflexible a la hora de conseguir que su hijo reciba los servicios y adaptaciones que necesita para tener éxito en la escuela. Ella dice que sabe que existen.
“Eso es todo lo que quiero”, dijo.