Estudiantes de cuarto grado en la Escuela Primaria Valdez iban pasando uno por uno a través de la puerta del patio de recreo, formando una bola de energía serpenteante con los cordones desatados de los zapatos.
La mayoría subieron las escaleras a sus salones de clases. Solo un par se detuvieron para darle un abrazo rápido al integrante del personal escolar, quien tenía los ojos semicerrados por el sol que le pegaba de frente mientras mantenía la puerta abierta. Dos de los estudiantes que lo abrazaron fueron Jesus y Leiker, quienes llegaron a Denver de Venezuela hace un par de meses.
Los niños, de 9 y 10 años de edad, figuran entre las más de 38,000 personas migrantes que han llegado a Denver durante el último año después de escapar crisis políticas y económicas en sus países de origen.
Algunos de los recién llegados incluyen familias con niños como Jesus y Leiker. Las Escuelas Públicas de Denver (DPS, por sus siglas en inglés) han inscrito a más de 3,200 de estas personas jóvenes desde el inicio del año escolar.
La mayoría llegó después de la fecha límite en octubre que determina cuántos fondos por estudiante DPS recibe del estado, lo cual ha creado un déficit financiero para este distrito escolar, el más grande en el estado, y causado que las escuelas enfrenten dificultades para obtener recursos.
Pero no todas las escuelas. Los nuevos estudiantes están concentrados en un par de docenas de las más de 200 escuelas de DPS, a las cuales el distrito llama hotspots (literalmente, focos o puntos calientes). La razón principal es porque las escuelas ofrecen enseñanza especializada tanto en inglés como en español.
Valdez, también conocida como Escuela Valdez, ha ofrecido por mucho tiempo un programa de lenguaje dual. También está ubicada cerca de un refugio que la ciudad administra adentro de un Quality Inn, el cual la directora Jessica Buckley dijo que todos simplemente le dicen “el Quality”. Valdez, una escuela que tuvo menos de 400 estudiantes el año pasado, ha dado la bienvenida a más de 100 estudiantes nuevos en los últimos meses.
Todos los salones de clases en la escuela primaria ubicada en el noroeste de Denver han alcanzado su límite de 35 niños — excepto los de cuarto grado, en los que antes de la semana pasada había 29 estudiantes por salón.
De frente a esta nueva realidad, Valdez ha tenido que hacer modificaciones. Algunos de los cambios han sido bellos. Otros han sido difíciles. “Los aspectos positivos son el crecimiento de nuestros niños y nuestra comunidad”, Buckley dijo. “El desafío son los recursos”.
Jesus y Leiker se conocieron en el Quality, donde sus familias se estaban quedando, y se hicieron amigos enseguida. Dicen: “Somos como hermanos”.
Así fue un día en la escuela la semana pasada para Jesus y Leiker, cuyos apellidos Chalkbeat no está publicando para proteger sus identidades mientras se guían por su vida en un nuevo país.
Valdez es un “excelente lugar para llegar”
Los niños fueron los dos primeros en entrar al salón de clases, caminando hombro a hombro y platicando.
“¡OK! Siéntate en un lugar donde creas que te vas a enfocar bien”, la maestra Isabelle King dijo.
Jesus y Leiker se apresuraron a ir a esquinas opuestas en la alfombra con un mapa de Estados Unidos que cubre el piso del salón. Jesus se sentó con las piernas cruzadas arriba del estado de Michigan, y Leiker logró agarrar un lugar cerca de California. Dijeron “buenos días” a sus compañeros sentados junto a ellos. Siguiendo las instrucciones de la maestra, también nombraron su deporte favorito.
“Fútbol”, Jesus dijo con una sonrisa.
El salón de cuarto grado había estado viendo videoclips sobre niños con discapacidades. En el videoclip de ese día apareció una niña con sordera que usaba un intérprete al lenguaje de señas en la escuela.
Cuando la maestra pausó el video para preguntar sobre una forma como los estudiantes se parecían a la niña y una forma como eran diferentes, Leiker levantó la mano. En español, dijo que él era diferente porque podía hablar directamente con sus amigos, sin un intérprete.
Esto es posible en Valdez porque todos los estudiantes hablan español. Como una escuela de lenguaje dual, Valdez no admite a estudiantes que hablan inglés como lengua materna después de kindergarten. En los grados para niños más pequeños, hasta el 90 por ciento de la enseñanza en el salón de clases es en español para que los niños estén inmersos en el idioma.
Mientras que otras escuelas en Denver y alrededor del país han tenido que usar tecnología, a veces tan rudimentaria como Google Translate, para comunicarse con estudiantes y familias nuevas de Venezuela, en Valdez no se necesitan intérpretes.
“Somos un excelente lugar para que estos niños lleguen”, Buckley dijo. Porque todos hablan español, dijo, los estudiantes nuevos “pueden interactuar y aprender y ser ellos mismos”.
Los estudiantes aprenden el idioma del juego
En el gimnasio, la maestra de educación física Jessica Dominguez pidió que los estudiantes que se dividieran en equipos.
“¡Yo y Leiker!” Jesus gritó.
Durante los siguientes 40 minutos, su equipo rotó entre básquetbol, cuatro recuadros y una pared para escalar. Los niños dominaron en básquetbol a la vez que corrían rápidamente por la media cancha y gritaban: “¡rápido, rápido!” mientras sus compañeros de equipo tiraban la pelota a la canasta.
Las niñas dominaron en cuatro recuadros. Jesus tuvo dificultades. Después de perder por haberle pegado a la pelota cuando no era su turno, una niña pausó el juego para explicarle las reglas en español.
“Él no sabía”, les dijo la niña en inglés a sus compañeros de clase.
El personal en Valdez está de acuerdo en que los nuevos estudiantes han enriquecido lingüísticamente a la escuela. Mientras que antes los estudiantes — y hasta los adultos — con frecuencia terminaban hablando en inglés cuando hablaban entre ellos, ahora es más práctico hablar en español. De esa forma, todos entienden.
El fenómeno también fue visible durante el recreo. El fútbol ha sido por mucho tiempo la actividad más popular durante el recreo, Buckley dijo. Pero ahora, el español es lo que se habla en la cancha.
“¡Leiker! ¡Leiker! ¡Atrás! ¡Atrás!” gritó un compañero de equipo, pidiéndole que le pasara la pelota hacia atrás.
El segundo juego más popular es uno nuevo llamado pelota gaga. En contraste con el español que se habla en la cancha de fútbol, todos los estudiantes que jugaron pelota gaga estaban hablando en inglés.
Al escuchar el agudo tuit-tuit del silbato, Jesus, Leiker y los otros jugadores de fútbol corrieron a la cafetería para almorzar. Leiker tenía las mejillas rojas mientras esperaba a que le dieran su macarroni con queso. Jesus trajo su almuerzo de casa, pero igual hizo la fila con su amigo.
Juntos, encontraron asientos en una mesa redonda con dos niños más de cuarto grado.
“¿Jugaron al fútbol hoy, chicos?” preguntó el subdirector Cesar Sanchez en español.
“¡Sí!” contestaron al unísono.
“Nosotros perdimos”, Leiker agregó.
“¿Importa si ganamos o perdimos?” Sanchez preguntó. “¿Qué es lo que importa?”
“¡Divertirse!” dijeron al unísono.
Los maestros adaptan las lecciones
Siempre ha sido el caso en Valdez, como en todas las escuelas, que algunos estudiantes están más avanzados académicamente y algunos más atrasados, y los maestros deben adaptar sus lecciones. Pero con los estudiantes recién llegados, los maestros han tenido que diferenciar la enseñanza aún más. Valdez ha recibido a estudiantes de cuarto grado que no saben cómo escribir sus nombres, Buckley dijo.
Jesus y Leiker pueden leer y escribir en español. Dijeron que fueron a la escuela en Venezuela antes de venir a Estados Unidos. Sin embargo, sus maestros — especialmente el maestro de lectoescritura Giovanni Leon, a quienes los estudiantes llaman Don Gio — han tenido que realizar modificaciones, trabajando para fortalecer las aptitudes de lectura y escritura de los recién llegados en su lengua materna mientras también empiezan desde cero en inglés. Les están enseñando el alfabeto y los sonidos de las letras.
Este día, después de educación física, la clase de Jesus y Leiker empezó su sesión de lectoescritura en la alfombra, donde Leon explicó la tarea del día: leer un discurso de 1873 de la activista de derechos de la mujer Susan B. Anthony y contestar preguntas sobre el texto.
Pero el texto y las preguntas eran en inglés, parte de la división 50/50 que Valdez hace entre el inglés y el español en grados más avanzados. Por años, la rotación del idioma era muy marcada. Con los nuevos estudiantes, se ha hecho más flexible.
Mientras la mayoría de los estudiantes se ponían en parejas para empezar a leer el discurso de Susan B. Anthony, Leon llamó a Jesus, Leiker y tres otros a una mesa en forma de C atrás del salón. Iban a leer y contestar preguntas sobre otro texto, un cuento de hadas, en español.
Sin embargo, primero Leon les pidió que practicaran escribir oraciones completas con un sujeto y un predicado, una letra mayúscula al principio, y un punto al final. Les dio un tema en español — el perro — y les pidió que terminaran la oración.
“El perro está jugando en el patio”, Leiker escribió en español en su libreta.
“El perro está ladrando”, Jesus escribió.
Un poco después, cuando Leon señaló que a Leiker le faltaba un punto, el niño dio vueltas con la punta de su lápiz tantas veces que escribió un punto tan grande que hubiera sido imposible que el maestro no lo viera.
Jesus tiene un “momento ajá”
Aunque muchas cosas son diferentes en Valdez últimamente, algunas cosas son iguales. Una de esas es que los estudiantes, incluidos los recién llegados, siguen teniendo lo que los maestros llaman “momentos ajá” — el momento de alegría y descubrimiento cuando entienden un concepto académico.
Este día, Jesus tuvo un momento ajá en matemáticas.
Las matemáticas no son la materia favorita de Jesus. Ambos niños dijeron que lo que más les gusta es el recreo y el almuerzo, seguido por el bocadillo. Leiker dijo que piensa que la clase de música, donde aprenden a tocar instrumentos, es la más difícil. Moviendo la cabeza, Jesus dijo que para él, son las matemáticas.
Durante parte de la sesión de matemáticas, los niños estuvieron sentados con King en su mesa en forma de C. Para explicarle cómo calcular 5 x 30 a Leiker, King sacó una cubeta con bloques amarillos pegados entre sí en grupos de 10. Leiker dividió los grupos de bloques en cinco montones de tres y los contó.
Jesus estaba sentado junto a él, trabajando en sumas. Pero los bloques amarillos le llamaron la atención.
Cuando Leiker obtuvo la respuesta correcta — 150 — a Jesus se le escapó un, “¡Aaahh!”
Jesus puso de lado su propia actividad y ayudó a Leiker con su siguiente problema: 30 x 40. Usando más bloques amarillos, los niños contaron en español. Hablaron al mismo tiempo, igual que lo habían hecho cuando hablaron de fútbol durante el almuerzo: “100, 200, 300, 400…
“¡1,200!”
“Eso es”, King dijo.
Los niños sonrieron orgullosamente.
Valdez necesitará más escritorios
Justo después de las 3 p. m., Jesus, Leiker y sus compañeros de cuarto grado salieron de Valdez por la misma puerta por la que habían entrado del patio de recreo unas horas antes, formando la misma fila desorganizada.
Buckley estaba parada en el asfalto, supervisando la situación.
Valdez tiene más estudiantes ahora que en cualquier momento en años recientes. La escuela está tan llena que cuando familias recién llegadas se presentan en la oficina para inscribir a sus hijos, como lo habían hecho tres de ellas ese día, la secretaria con frecuencia tiene que indicarles que vayan a otras escuelas primarias cercanas.
Valdez contrató a más asistentes de maestros y un maestro de intervención para ayudar a que los estudiantes nuevos se pongan al día. También compró más libros y logró encontrar muebles usados. El subdirector, Sanchez, a veces ha tenido que manejar por la ciudad en su propia camioneta para recolectar escritorios disponibles en escuelas primarias que no tienen tantos estudiantes.
Un par de horas antes que terminara el día escolar, Buckley se enteró de que la escuela necesitaba dos escritorios más. El distrito se había comunicado para compartir que dos estudiantes recién llegados — en cuarto grado, el único grado en Valdez que todavía tiene cupo — se iban a inscribir la próxima semana.
Melanie Asmar es la corresponsal jefa de Chalkbeat Colorado. Comunícate con Melanie por correo electrónico a masmar@chalkbeat.org.
Traducido por Alejandra X. Castañeda