This article was originally published in The Notebook. In August 2020, The Notebook became Chalkbeat Philadelphia.
Desde su oficina en el quinto piso de las oficinas centrales de Congreso, Cynthia Figueroa puede apreciar el pasado de Kensington y ver lo que ella espera para su futuro.
Un bloque al este, en la esquina de las calles American y Cambria, una abandonada fábrica de textiles ha sido demolida, y su organización de servicios humanos basada en la Kensington está construyendo un centro de educación y una escuela chárter en el lugar.
El centro también será hogar de un plantel de Harcum College, donde los residentes locales estudiarán liderazgo y administración, justicia juvenil, recursos humanos y cuidado de niños. Esto es sumamente distinto a los empleos de manufactura una vez disponibles para cualquiera con un diploma de escuela superior – o quizás con una espalda fuerte. Figueroa, presidente y CEO de Congreso, confía en que con los recursos adecuados, la juventud de Kensington puede ser adiestrada para el mercado de empleos del siglo 21.
Pero a ella le preocupa si esos recursos estarán disponibles (entre ellos el dinero para el sistema de escuelas públicas), particularmente para los estudiantes que han abandonado la escuela. A ella le alarma el efecto de los continuos recortes de presupuesto y cómo éstos harían difícil mantener los programas regulares y los programas alternativos de educación, ya que éstos se encargan de los estudiantes en riesgo de dejar la escuela y de los que están buscando una manera de terminar sus estudios.
“¿Qué va a quedar después de que les enseñen a los niños que ya están en la
escuela?”, pregunta ella. “Temo que las cosas se van a poner peor antes de mejorar”.
Aunque todas las escuelas han enfrentado reducciones, el presupuesto del Distrito Escolar de Filadelfia para los programas de educación alternativa ha sido recortado a menos de la mitad este año escolar.
Y muchos de los estudiantes afectados viven en el área de Kensington, que ya se ha visto sumamente afectada por la escasez de empleos de entrada que pagan lo suficiente para subsistir.
Memorias de la industria
Las cosas no siempre fueron tan difíciles en esta comunidad.
“Cuando yo era más joven”, dice Ken Milano, de 52 años y residente de Kensington toda su vida, “uno podía renunciar a su trabajo en la mañana y tener otro esa misma tarde”. Milano, geneálogo y autor del libro Hidden History of Kensington and Fishtown, dice que de 15 amigos cercanos, quizás cuatro fueron a la universidad.
“La industria de fabricación de barcos se fue, y luego la industria de textiles la siguió”, dijo Milano. A mediados de los ’20, dijo él, Filadelfia tenía unos 70,000 empleos en la industria textil y casi la mitad eran en Kensington.
Las lápidas son bien conocidas. Stetson Hats y la fábrica de alfombras Bromley cerraron sus operaciones locales en los años 70. El astillero Cramp, que bordeaba la costa de Kensington y Port Richmond, empleaba a unas 15,000 personas durante la Segunda Guerra Mundial, disfrutó un breve renacer durante la Guerra de Corea y luego se cerró para siempre. El Arsenal Frankford, otro empleador principal de residentes de Kensington, cerró sus puertas en el 1987.
“Éramos el nexo del empleo, la transportación y la materia prima”, dijo Henry Pyatt, gerente de la zona comercial de la New Kensington Community Development Corporation (NKCDC).
Ya no. Los empleos de manufactura en Filadelfia bajaron drásticamente de más de 250,000 a 52,500 entre el 1969 y el 2001 nada más, de acuerdo con un análisis de estadísticas de empleo federales hecho por Michelle Schmitt del proyecto Metropolitan Philadelphia Indicators de la Temple University. Para el 2010, esa cifra se había reducido a menos de 25,000 de acuerdo con un informe de la Fundación Pew. En total, nueve de diez empleos de manufactura desaparecieron en un periodo de cuatro décadas.
Kensington y los vecindarios cercanos fueron los más devastados por esa reducción, y la industria de ventas reemplazó sólo una fracción de los viejos empleos en manufactura.
“Cuando yo llegué aquí [en 1986], los negocios se habían ido, los bancos se habían ido”, dice Patricia DeCarlo, directora ejecutiva de la Norris Square Civic Association (asociación cívica de Norris Square). “Pero la gente todavía estaba aquí”.
La salida de la industria “realmente afectó esas comunidades”, dijo Bob Collazo, gerente senior de servicios comerciales del Departamento de Comercio de la ciudad. “El empleo de $40-50 la hora [en manufactura] ha sido sustituido por la escala de salarios de la industria de servicio. Hemos visto los síntomas predecibles de desplazamiento económico y social, criminalidad, uso de drogas y familias destruidas. Regresar va a ser una ardua lucha”.
Pyatt y Sandy Saltzman, directora ejecutiva de la NKCDC, dijeron que esa “ardua lucha” parece haber empezado: un viejo edificio industrial ahora es una clínica de salud mental; una fábrica de textiles abandonada ha sido convertida en estudios para artesanos; en el solar limpio de una planta galvanizadora ahora hay una granja.
Pero “muchos de ellos no han llegado al punto de contratar empleados”, dice Pyatt.
“Eventualmente quizás lo hagan, pero todavía no”.
Los recortes impactan la educación
En una comunidad como esta, las instituciones públicas como las escuelas pueden servir de anclas para la comunidad. Tanto las escuelas tradicionales como los programas alternativos que rescatan a los que han dejado de estudiar les dan destrezas a los estudiantes y los preparan de otras maneras para una más exigente realidad económica.
Pero la erosión de la base de negocios privados de la comunidad ahora está siendo reforzada por una masiva falta de inversión pública en la educación. En gran parte debido a grandes recortes de presupuesto estatales que han afectado a Filadelfia, los programas alternativos que le sirven a Kensington como One Bright Ray Community High School y El Centro de Estudiantes se están viendo obligados a recortar personal ahora, justo cuando estaban empezando a dar señales de éxito.
El presupuesto de la División Académica 4 del Distrito, bajo la cual están estos programas, cambió de un presupuesto de $45 millones el año fiscal 2010-2011 a $22 millones para este año.
Benjamín J. Wright, el superintendente asistente de la división, dice sin embargo que ningún programa fue eliminado, aunque algunos fueron reducidos y otros fueron reconfigurados.
“Fue cuestión de hacer lo que había que hacer con lo que teníamos”, dice Wright.
Entre otras medidas, el Distrito ha hecho lo siguiente:
- Cerrar el Centro de Reintegración (4 empleados) ubicado en el 4224 Norte de la Calle Front, establecido hace apenas un año para ofrecer apoyo adicional a la comunidad latina del área, que sufre de alta incidencia de abandono escolar. El centro, que era para estudiantes que buscan rematricularse y recursos de GED y sus familias, ahora opera únicamente en las oficinas centrales del Distrito en el 440 Norte de la Calle Broad.
- Centralizar en las oficinas del Distrito todas las operaciones del programa RETI-WRAP, que ayuda a los estudiantes que regresan de una ubicación ordenada por el tribunal a regresar a la escuela, y cerrar la sucursal en la dirección del Norte de la Calle Front que era más accesible a los residentes del área de Kensington.
- Consolidar los programas de opciones educativas de nueve centros a cuatro y de 2,800 estudiantes a 2,400. Estos programas, a veces conocidos como los “Programas Twilight”, les permiten a estudiantes y adultos de más de 17 años continuar acumulando créditos para un diploma de escuela superior tomando clases en las tardes.
“Era una oportunidad para ver la operación completa”, dijo Wright.
Pero los recortes más grandes han sido en servicios contratados, en los que los funcionarios del Distrito ahorraron unos $10 millones reduciendo programas y absorbiendo a más de 660 estudiantes en el sistema regular, y en algunos casos readiestrando al personal del Distrito para que se encargue de los estudiantes más difíciles. El Distrito originalmente había propuesto cerrar todos los 13 programas “acelerados” de escuela superior, que les permiten a los estudiantes regresar a la escuela y graduarse en menos de tres años, pero la presión de la comunidad causó que el plan se cancelara.
Sin embargo, los recortes tuvieron su efecto y algunos proveedores temen por el futuro.
Marcus Delgado, CEO de One Bright Ray, se vio obligado a combinar dos escuelas, la Escuela Superior Fairhill Community High y la Escuela Superior North Philadelphia Community para formar una. Él ha congelado los salarios de los maestros y cesanteado a nueve empleados no docentes de 70. La escuela combinada, que recientemente tuvo una ceremonia de graduación para 62 estudiantes reintegrados, tiene una matrícula de 327 estudiantes este año – una reducción en comparación con los 390 del año pasado.
David Bromley, director ejecutivo de Big Picture Philadelphia, la cual opera El Centro de Estudiantes (una escuela alternativa en Norris Square), dice que le preocupa que la nueva petición de propuestas (RFP) del Distrito para conseguir proveedores alternativos no se comprometa a proveer una cantidad de fondos por estudiante.
Bromley dice que su escuela ahora recibe $10,000 por estudiante. “Los programas mejores no lo pueden hacer por menos dinero”, dice él. A él le preocupa que los nuevos proveedores busquen conseguir contratos proponiendo aumentos drásticos en la enseñanza en línea en vez de atención personal.
“Ellos están pidiendo que tomemos un grupo de estudiantes que nunca hemos podido alcanzar y les proveamos servicios por mucho menos”, dice Bromley. “¿Van a destruir algo que cada vez mejora más?”
Los funcionarios del Distrito no quisieron comentar.
No importa quién enseñe y cómo, los educadores y líderes de la comunidad están de acuerdo en que las metas están ahora más lejos: A diferencia de la época en que Ken Milano era joven, ya no es suficiente con sólo procurar tener un diploma de escuela superior o GED.
Figueroa dice que esto presenta problemas especiales en una comunidad “donde nadie en la casa está mencionando la universidad”. Por eso es que Congreso ha buscado traer la universidad a la comunidad.
“Ya no se consigue fácilmente un empleo que pague lo suficiente para vivir”, dice Helen Rowe, maestra de El Centro. Algunos de los mejores empleos que están surgiendo, añade, requieren destrezas técnicas y “muchos de nuestros estudiantes batallan con la matemática y las ciencias”.
Eileen Weissman, principal de la Escuela Superior de Administración de Empresas/Finanzas de Kensington situada en medio del viejo distrito industrial, habla de “tratar de fomentar una cultura en la que los estudiantes vayan a la universidad – o por lo menos a una escuela vocacional”.
Ella está viendo las señales de que las lecciones se están empezando a adoptar.
“En una comunidad de pobreza extrema”, dice Weissman, que ha sido principal de la escuela desde el 2003, “tratamos de mostrar las oportunidades disponibles”.