Mientras caminábamos hacia mi salón de noveno grado, mis padres me pidieron que les interpretara todo lo que dijera la maestra. Era el día de la conferencia entre padres y maestros, pero ellos hablaban muy poco inglés. Y yo era la encargada de interpretar.
“A su hija le va muy bien en la escuela”, dijo la maestra al comenzar.
Mis padres asintieron con la cabeza y sonrieron, pero yo sabía que no habían entendido.
Desde ese momento, yo les traduje todo. Era un reto porque mi familia se había mudado de Bangladesh apenas un año antes — y yo también estaba todavía aprendiendo inglés.
No solo tuve que adaptarme a un idioma nuevo y diferencias culturales, sino también ajustarme a un ambiente que era nuevo para mí. Y encima de eso, me convertí en la “intermediaria de idiomas” de mis padres, porque mi tarea era interpretar y traducir entre inglés y nuestro idioma nativo, el bengalí.
Aunque todos llegamos a Estados Unidos con un poco de inglés, yo aprendí el idioma más rápido que ellos porque iba a la escuela y socializaba en un ambiente en el que el inglés era el idioma predominante. Mi mamá, sin embargo, estaba en el hogar cuidando a mis hermanos menores y no tenía el mismo nivel de exposición al idioma nuevo. Interpretar se ha vuelto algo natural para mí durante los últimos cinco años. Lo hago en las conferencias de la escuela y en citas médicas, incluido cuando mi mamá estaba embarazada y cuando mi hermanita tuvo que ser llevada rápidamente a la sala de emergencias porque tenía fiebre alta y una erupción. Cuando estoy interpretando, a veces espero un poco para que mi mamá intente hablar inglés pero la mayoría del tiempo ella prefiere que yo lo haga.
Mis padres se han sacrificado mucho para que mis hermanos y yo tengamos un mejor futuro; dejaron sus vidas y todo lo lo que conocían para venir a este país. Siento que traducir para ellos es una manera de rendir honor a sus sacrificios, y también ha servido para mejorar mis destrezas sociales y de comunicación. Nunca he sentido que es una carga, pero no siempre ha sido fácil o conveniente. La mayoría de los hijos no se tienen que preocupar por los impuestos ni por documentos de inmigración, y tampoco por ayudar a sus padres a entenderlos y llenarlos.
Nunca he sentido que es una carga, pero no siempre ha sido fácil o conveniente.
Aún sí, no soy la única. La realidad es que unos 17.8 millones de niños en Estados Unidos viven con por lo menos un padre inmigrante, y más de la mitad de ellos viven en hogares en los que los padres no dominan el inglés. Como yo, muchos de esos niños son responsables por ayudar a sus familias a comunicarse, lo cual puede tener beneficios pero también dificultades. Una investigación publicada el año pasado en el Journal of Social and Personal Relationships mostró que los niños que sirven como “intermediarios de idiomas” podrían tener mejor autoestima y sentir más empatía, pero que el rol puede también agregar estrés, causar problemas en la escuela, y dejar a las familias con la sensación de que los roles entre padres e hijos se han invertido.
Para entender este fenómeno mejor, hablé con una amiga que ha sido la intermediaria de idiomas de su familia desde que tenía 8 años y su familia se mudó aquí desde Egipto. Ella me habló de lo difícil que es traducir cada palabra y cómo le preocupaba cometer un error al interpretar. Un día acompañó a su mamá a una cita médica de su hermanita. “La pulmonóloga preguntó, ‘What happened to your baby?” recordó mi amiga. “Mientras yo le explicaba la condición de mi hermanita, ella le preguntó a mi mamá, ‘Is that what is happening with your baby?’” La pulmonóloga se quería comunicar directamente con la mamá de mi amiga, pero eso no era posible.
Yo también he estado en situaciones estresantes porque no sabía cómo traducir terminología médica al bengalí y no quería que mis padres recibieran la información incorrecta.
Este otoño asistiré a Haverford College, una oportunidad hecha posible por los sacrificios de mis padres. Pero sé que la transición va a ser especialmente dura para mi mamá, ya que ella ha dependido de mi para traducir desde que llegamos en 2017. Tampoco será fácil para mí. Interpretar a veces es difícil, pero me acostumbré. Muy pronto mi hermano de 11 años será el encargado de seguir mi trabajo.
Umme Orthy es estudiante de duodécimo grado en la Science Leadership Academy en Beeber de Filadelfia, va a asistir a Haverford College en el otoño, y es una Chalkbeat Student Voices fellow. Para leer su ensayo reciente sobre la islamofobia en Estados Unidos (en inglés) haz clic aquí “In America, I experienced Islamophobia right from the start.”